Observaba decepcionado el cliché de historia
barata, aquella escena contradicción del dialogo manifiesto de la luna diurna,
su discurso contaminado con la palabrería del conde que acostumbraba
hipnotizar, con frases insulsas, aprendidas durante su teatral rutina. La luna
brillaba de día, el conde le hacía compañía, mientras por la noche con una
estrella se mantenía, feliz continuaba jugando al propietario de objetos ante
sus ojos, nunca sus actos mostraban real sentimiento, tan solo disfrutaba de su
doble compañía… Y la luna sumida en la mentira yacía, incapaz de percatarse de
su papel activo en la farsa, mientras su arrogante acompañante, continuaba
disfrutando del goce de su maraña, y tanto luna como estrella caían en tal
patraña… continuaba observando, tal vez con enojo, tal vez decepcionado, o
quizá furia entristecida marcaba su caminar, al darle la espalda a tal escena,
puesto que su papel en esa obra siempre fue de espectador, y nunca de actor,
partía hacia la nada cubierto del manto negro y vacio de su sentimiento, y la
mirada fría de su razonamiento…