Como
puede ser de inquietante la mirada fantasma, el resplandor de un atardecer en
un instante ilusorio que brilla sin medida entre turbios pensamientos. Es
incluso motivo de sueños diurnos la insensata algarabía, la osadía de la lucha
perdida, mas esto no lo comprende el heraldo de las pasiones que una a una
convoca las musas en torno a la imagen fugaz de la cálida sonrisa, del
canto de sirena, de la mirada hipnótica…
Ingenuo
continúa entonando sus canciones, como un trovador de ilusiones, como guiado
por la imagen perpetua en su memoria, extasiado por la idealización, cegado por
el veneno del inconsciente… Si tan solo se diese cuenta de la causa perdida… Si
tan solo sintiese con la conciencia… Si tan solo lograse ver más allá de la
proyección de su deseo… Comprendería que la lacerante melodía que lo hipnotiza
no deja de ser una nota dentro de la orquesta… Y sí, sí es encantadora la
mirada, mas no es posible vivir de la idealización, no se puede tocar lo
intangible, no se puede existir en la ilusión. Aunque el sentimiento dicte que
son los designios del corazón, las cicatrices de la memoria rectifican el
error…
Triste
es en efecto el camino de la asimilación, no deja de ser real el sentimiento a
partir de una ilusión, al estar enraizado en lo más arcaico de la percepción.
Sin embargo, más triste es el final del guión fundamentado en la impiadosa
imaginación, más dolorosa es la caída del cielo de la tentación… Pese a eso…
queda impune la maldita sensación de seguir divagando en la mirada… de vivir en
la ilusión…