domingo, 26 de febrero de 2012

Divagando en la mirada

Como puede ser de inquietante la mirada fantasma, el resplandor de un atardecer en un instante ilusorio que brilla sin medida entre turbios pensamientos. Es incluso motivo de sueños diurnos la insensata algarabía, la osadía de la lucha perdida, mas esto no lo comprende el heraldo de las pasiones que una a una convoca las musas  en torno a la imagen fugaz de la cálida sonrisa, del canto de sirena, de la mirada hipnótica…
Ingenuo continúa entonando sus canciones, como un trovador de ilusiones, como guiado por la imagen perpetua en su memoria, extasiado por la idealización, cegado por el veneno del inconsciente… Si tan solo se diese cuenta de la causa perdida… Si tan solo sintiese con la conciencia… Si tan solo lograse ver más allá de la proyección de su deseo… Comprendería que la lacerante melodía que lo hipnotiza no deja de ser una nota dentro de la orquesta… Y sí, sí es encantadora la mirada, mas no es posible vivir de la idealización, no se puede tocar lo intangible, no se puede existir en la ilusión. Aunque el sentimiento dicte que son los designios del corazón, las cicatrices de la memoria rectifican el error…
Triste es en efecto el camino de la asimilación, no deja de ser real el sentimiento a partir de una ilusión, al estar enraizado en lo más arcaico de la percepción. Sin embargo, más triste es el final del guión fundamentado en la impiadosa imaginación, más dolorosa es la caída del cielo de la tentación… Pese a eso… queda impune la maldita sensación de seguir divagando en la mirada… de vivir en la ilusión… 

viernes, 17 de febrero de 2012

A la sombra de la Parca

Mil años de la impiadosa marca negra… la marca… la marca del olvido cada vez más inmerso en la espesura de la niebla, difuminándose en el vacio… el vacio de aquel torso desgarrado por los años bajo la mirada de la Parca que vigilaba sus pasos y que no lo deja sentir la suavidad de los pétalos de rosa ni percibir la calidez de una mirada… Es largo el camino tras esos mil años, mas no así el recorrido. Es sin embargo tempestuoso y caótico. Dibujado con la sangre de vidas pasadas, entonado al son de los lamentos al aire… 
¿Y qué si ha de caer?... ¿Qué más da?... En la caída ha encontrado ya un aliado, un amigo, un compañero de copas en la taberna de las paradojas, en donde las contradicciones del corazón y la mente se entrelazan y son entonadas por los trovadores, que acorde tras acorde describen lo intangible del sentimiento en el vacio…
- ¡Vete ya Parca maldita!... ¡Que a tu sombra he dejado de ver la luz! – Gritaba al borde de la colina, con la esperanza de ahuyentar los fantasmas del pasado y a su mentor - ¡Deja ya de encriptar mis lagrimas!... ¡Deja ya de interponer tus frías manos entre el sentimiento y el razonamiento!... ¡Deja de carcomer mis entrañas con tus palabras!... ¡Deja que por fin pueda sentir la brisa a mi alrededor! – continuaba gritando en el silencio de la colina, en los aposentos de su conciencia, en el templo de su pensamiento…