Sonríen las mascaras vacías,
desde su interior se entonan coros atroces, desgarran la calma y la quietud del
silencio, insisten en sustituir los hoyos negros de sus ojos por diamantes, mas
en su afán por acariciar la perfección con sus artificiales garras tan solo
logran horrendos chirridos, tan solo logran aumentar el ruido… ¡ruido atroz!,
si tan solo se callase un instante, si tan solo dejase paso a la quietud del
silencio, así podría oír el sollozo del planeta, anhelando lo que un día tal
vez fue en la eternidad de un instante, si tan solo las fauces de las
marionetas del acaecer dejasen de emitir aquellos molestos ladridos, empero, en
los hilos que manejan su conciencia se refleja el mecánico bucle que conforma
su accionar, hilos invisibles, visibles tan solo al oído… sonidos… y otra vez
ruido… tic tac… tic tac… tic tac… cual si fuese el mecanismo de la torre del
reloj, así suenan los monótonos engranajes solapados tras aquel ruido, así se
manifiesta su incoherencia, así queda al descubierto el menoscabo de la ironía,
implícita en su alegoría…
Enfermo, o tal vez solo
agotado, agotado de escuchar el ruido… tal vez… no obstante, aún prevalece el
ruido… ¿delirio?, es probable… mas si delirio es la respuesta, en el mundo está
la pregunta, en el pasar de los días, en el zigzagueo de miradas vacías de los
maniquíes, en el intercambio de desafinadas melodías, en la incoherencia
del contenido, en la paradoja de lo emitido… sencillamente en el ruido…
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